La Unión Europea (UE) leimpone significativas condiciones a Grecia si quiere recibir préstamos que la saquen de la bancarrota en la que se encuentra. El paquete de medidas pasa por la contención y reducción del gasto público, el incremento en la edad de jubilación, la flexibilización de las condiciones laborales, no más endeudamiento, recorte de gastos innecesarios y la privatización de empresas estatales, entre otras. Es curioso ver cómo para salir de la crisis y superar el desastre económico en que están metidos la mayoría de países europeos recurren a soluciones “neoliberales”.
El intervencionismo económico total quedó al descubierto como fórmula desastrosa, más que inútil, al inicio de los 90 y provocó la caída de la URSS. Sin embargo, los intervencionistas “moderados”, bajo propuestas socialdemócratas o demócratas cristianas —u otras similares— continuaron promoviendo y vendiendo al electorado la idea de que había que pagar altos impuestos, generar más gasto público y promover esa entelequia sin fondo —cuando no sin sentido— que son los “gastos sociales”. Ahora, sin embargo, para salir de la descomunal crisis en la que están metidos, recurren a medidas y principios liberales que adoptan como única receta, aunque los denominan peyorativamente “neoliberales” ¡Curioso al menos!
No obstante, algunos países de la UE que apoyan o promueven esas fórmulas, continúan con el discurso sobre “los pocos impuestos que pagamos” en este país y la necesidad de incrementar la carga tributaria para contar con más fondos, y se presentan en la reciente conferencia sobre Seguridad Regional con el ánimo de llevar a cabo donaciones para promover y justificar que, a fin de cuentas, paguemos más o nos endilguen un nuevo impuesto para la seguridad. ¿Sabrán los “indignados” españoles en qué gasta el gobierno que les pide austeridad y es incapaz de parar el crecimiento del desempleo los impuestos de sus ciudadanos? ¿Querrán que, como ellos, toquemos fondo también aquí? Así podremos aplicar aquel refrán de: “mal de muchos, consuelo de tontos.” Es preciso pensar y aprender sobre lo ocurrido en esos países que no han sabido contener la deuda y el gasto gubernamental para evitar que estemos peor de lo que estamos. No hay que dejarse llevar por cantos de sirena cuando los resultados hablan por sí solos. Si el Gobierno se dedicara a su función de garantizar seguridad y justicia, es presumible que el desarrollo humano se daría más rápido y mejor y aún sobrarían recursos para atender ciertas necesidades. Sin embargo, los frívolos gobernantes han descubierto cómo apalancar votos por medio del reparto de dádivas y privilegios, las subvenciones, las becas sin devolución y la corrupción silenciada —cuando no promovida— mientras los políticos activos o retirados se recetan grandes privilegios —el presidente de Guatemala, que es el mejor pagado de América Latina, se queja de que no le alcanza el dinero para pagar a sus funcionarios, según predica, mientras desvía fondos de Gobernación para Cohesión Social, aunque pide más dinero para seguridad ¿Lo entiende alguien?—.
Hay que desmitificar al político y a la política. La gestión pública puede y debe ser mucho más simple porque se trata de hacer que funcionen tres o cuatro cosas y no elucubrar sobre que pueden planificar a su criterio y discreción y, años después, buscar en el “neoliberalismo” procedimientos que siempre han criticado y que admiten como única solución a los grandes problemas ¡Pura demagogia que termina evidenciando la verdad! Aun así la pregunta es válida: ¿Aprenderemos o seguiremos la corriente?
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 28 de junio 2011.
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