Estuardo Zapeta
Las horas pasaban en agonía, “como ladrón en la noche”, puro político, me decía, vendrá, porque vendrá, lo ha dicho el gringo ese...
El mundo acabaría el sábado. No salí de casa, ni comí, ni bebí, ni dije “malas palabras,” sólo me dediqué al ayuno y la oración, a cánticos, alabanzas, coros, himnos y salmos. “Si viene, me prepararé,” dije, mientras repetía casi en silencio el libro de Macabeos. Apócrifo o no, debo leerlo, y si no me lo piden, pues algo aprendí de estos medio guerrilleros bíblicos.
Las horas pasaban en agonía, “como ladrón en la noche”, puro político, me decía, vendrá, porque vendrá, lo ha dicho el gringo ese, lo dicen las vallas, lo dice todo el mundo, lo dice el tremendo, el cardiaco, el hermanito, todos lo dicen, hoy es el fin del mundo.
Y acto seguido quemaba más pom, más incienso, más mirra, no vaya a ser que “dios” sea maya, o católico, u árabe, mejor agarré cuanta babosada pude para quemar, y quemé más, hasta mariguana, “no sea que el dios del gringo le ponga”, y yo aquí sin nada que ofrecerle, qué mala educación, no vaya a ser que por no recibirlo con un puro ya me mande allá con el chamuco, donde es el lloro y el crujir de dientes; de todo quemaba yo ese día, hasta quemé canilla, por si era polígamo.
Por la tarde, cayó granizo allá por la zona 13, 14, 18 y la Zona Viva, El Gallito, el Congreso y el Palacio y la línea, el MP y la PNC, “castigo de él”, decía yo, por tanto mal que sale de esos lugares, y las enormes piedras tronaban, retumbaban, que yo me arrodillé y dije, “hoy sí, ya viene,” y yo aquí en estas fachas. Entonces me fui a bañar, muy rápido: loción, calzoncillos limpios, camisa nueva, zapatos lustrados, saco de casimir inglés –porque a los mal vestidos los dejan—y seguí mis letanías.
Ya las tripas me tronaban, tanto tiempo sin comer, la deshidratación hacía presa de mí, tanto tiempo sin tomar algo, y empecé a ver visiones de ángeles, arcángeles, políticos, serafines, vírgenes divorciadas “por amor”, y hasta un ejército de cupidos para “el soltero” más deseado, que dije: “Esos han de ser sus emisarios, su equipo de avanzada, y después de ellos, él”.
Mi corazón se hinchó de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, y la armadura del soldado bíblico no era nada comparada con el blindaje que el altísimo me había provisto entre tanto ayuno y oración, a tal punto que los dardos del maligno se derretían sin siquiera avanzar unos centímetros. Yo estaba listo para derrotar a Goliat, Sansón y hasta para echarme a la misma Dalila y Jezabel, y hasta la chava de los Cantares se iba a ir shuca. Tal era mi fortaleza.
El tiempo pasó, y yo listo esperándolo. El gringo me había jurado que ese día vendrían “él” por mí y que me iban a “raptar” al cielo. Yo le creí, de veras. Llegó la medianoche y no vino, enciendo la tele, otra charlatán de Guate predica sus babosadas. “A la fizga,” les dije y me fui a comer y beber, que de todos modos mañana moriré.
NOTA: ahora me entero que parece que la nave que lo transportaba tuvo un desperfecto mecánico, y el evento del fin del mundo ha sido pospuesto hasta nuevo aviso. Ahora que ayune su madre, o los “mayas” de 2012.
Ártículo publicado en el diario guatemalteco "siglo 21", el día martes 24 de mayo 2011.
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