Federico Bauer Rodríguez
Tenemos que terminar con el despilfarro y la corrupción.
En varias columnas he tratado de contrastar los principios de la economía, como una ciencia social que estudia la creación de riqueza, con la realidad de los países que tergiversan esos principios cuando implementan políticas económicas. Hay que distinguir entre “economía” como una disciplina descriptiva, que solo nos explica las relaciones de causalidad en el tema de asignación de recursos escasos, “políticas económicas”, las cuales sí son normativas, i.e., tienen fines específicos dentro de un plan socioeconómico más amplio, y “economía política”, la cual es un análisis mucho más complejo de una sociedad, que integra la economía con la sociología, la antropología y otras disciplinas relacionadas.
Podríamos decir que desde el punto de la “economía política” la sociedad persigue que todos sus miembros tengan trabajo bien remunerado, salud, educación, y previsión social, dentro de un marco de seguridad y justicia; las “políticas económicas” están encaminadas hacia conseguir los objetivos anteriores, y la “economía” nos explica por qué algunas sociedades lo han logrado y por qué otras han fracasado.
Recordemos a Latinoamérica en la década de los ochenta y contrastémosla con Brasil, Chile, Perú, Colombia, México y Panamá de este siglo. ¿Por qué el resto de Latinoamérica no tiene crecimiento económico suficiente para erradicar la pobreza?
Analicemos la crisis del Estado Benefactor en los EE.UU. y la Unión Europea; el auge de China y parcialmente Vietnam y la India; estudiemos la fuerza económica de Canadá, Australia y algunos países petroleros.
Suiza con bajísimo desempleo y sin déficit fiscal, con su moneda respaldada con oro físico, y sin problemas socioeconómicos.
Alemania como líder de la UE en exportaciones y crecimiento económico.
Todos los casos anteriores se explican en mayor o menor grado por medio del análisis de los principios económicos: derechos de propiedad, apertura de los mercados, responsabilidad fiscal y emisión de dinero sano.
Frecuentemente he traído estadísticas de los países más importantes con el fin de aprender de las experiencias, buenas y malas, de los otros países, con el fin de aplicarlas en nuestra patria y así impedir el apocalipsis económico que se nos avecina.
Mi preocupación nace con el hecho que el déficit fiscal proyectado para el 2012 llegará al 10 por ciento/PIB como consecuencia de un presupuesto irresponsable cercano al 20 por ciento/PIB. Por su lado la deuda pública, oficialmente del 25 por ciento/PIB, cuando le sumamos el compromiso del Gobierno con el IGSS y con el Banguat, más la deuda flotante, llegará al 40 por ciento/PIB y tendrá que repudiarla (default) en un futuro muy cercano.
Campañas políticas que se enfocan en la distribución de limosnas con el fin de conseguir el voto popular, hacen caso omiso del hecho que el presupuesto del año próximo es responsabilidad del actual Congreso y cuyos ingresos ya están comprometidos. ¿Cómo puede Sandra Torres ofrecer más dádivas clientelistas si actualmente ya no alcanzan los ingresos para cumplir las funciones básicas del Estado?
Ya hemos topado con el sistema anacrónico fiscal de la actualidad, y el próximo Gobierno tendrá doble tarea, por un lado una reforma fiscal seria que termine con los privilegios, y por otro lado una campaña que busque eficiencia y transparencia en la ejecución del gasto público. Tenemos que terminar con el despilfarro y con la corrupción en la ejecución presupuestaria, con el fin de evitar un apocalipsis financiero que podría empezar a mediados del 2012, sin importar quién gane la Presidencia.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día jueves 19 de mayo 2011.
jueves, 19 de mayo de 2011
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