viernes, 1 de abril de 2011

Ya basta de quejicas y lloricas


Karen Cancinos

Hay razón para la congoja, hay motivo para el resquemor, pero lo que no hay es justificación para la inacción cobarde.

Se percibe en las conversaciones cotidianas, incluso en las más triviales, malestar y frustración, cuando no enojo. Todos ellos justificados, me parece, pues a nadie le hace gracia tanto desmán y desvergüenza con que nos obsequian los politiqueros, quienes encima juran amarnos inconmensurablemente. Hay que ser cretino para creerse Dios.

Sin embargo, aun cuando encuentro comprensible y comparto la reacción ciudadana de repulsa y hastío hacia tan grotescas demostraciones, quiero hoy hacer una propuesta, más bien compartirla, pues no es mía sino de un rabino llamado Zelig Pliskin (tampoco era mía la historia que trasladé la semana pasada, la de la arpía y el pelele, sino del Antiguo Testamento).

La propuesta de marras se refiere a nuestro estado anímico. Afirma Pliskin que muchos tendemos a vivir en el pasado, rumiando ya sea errores propios, ya sea ofensas ajenas. Por cierto, celebro una campaña que promueve el perdón, aunque me causó mucha risa oír el otro día en una radio primero un anuncio: “Perdona, libera tu corazón del pasado”, seguido inmediatamente por otro que proclamaba “Ni olvido ni silencio”, para luego pasar al consabido discurso destinado a mantener las heridas bien abiertas y supurantes de odio.

Pero de vuelta a la propuesta del rabino. Unos se anclan en lo que ya pasó, dice, mientras otros se enquistan inútilmente en un futuro por definición incierto, y se preocupan por cosas que quizá nunca sucedan. De ahí que la mejor forma de obtener gozo de vivir, paz interior, serenidad y coraje sea vivir en el presente, admirando sus maravillas y sintiendo gratitud por lo que nos ofrece cada minuto. Es en el presente cuando escribimos nuestra propia historia, y por eso también es el momento en que decidimos cómo se leerá el texto final.

Ahora mismo podemos dejar atrás la falta de confianza en nosotros. Ahora mismo podemos elegir dejar el pavor a un lado: que si las cosas ya están decididas, que si habrá fraude, que si éste ya se encuentra montado y no hay nada que podamos hacer al respecto, que si mejor nos vamos del país porque quién contra arañas, tarántulas y vampiros, más vale aquí corrió que aquí murió…

Lo que es a mí, más todavía que los politiqueros, me fastidian los blandengues, esos que llaman prudencia a su pusilanimidad y mesura a su cobardía. No es el momento para quedarnos calladitos como si así nos viéramos más bonitos, ni para encerrarnos en casita y meternos debajo de la mesa porque igual el arroz ya se coció. No, para nada. Es ahora cuando hay que participar para no permitir que nos arrebaten nuestro país. Si no quiere hacer política partidista, hay muchas otras formas en las que puede y debe incidir si no está dispuesto a tirar la toalla de una buena vez para unirse a la cofradía de los borregos temerosos. Primero, vote y anime a todos los que conozca a lo mismo. El día de las elecciones únase a algún movimiento ciudadano de observación electoral, apúntese como fiscal del partido de su preferencia o como voluntario ciudadano en mesa. Yo lo haré.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día viernes 01 de abril 2011.

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