Federico Bauer Rodríguez
Lo único que quieren es obtener el poder para ya nunca soltarlo.
Si hacemos una clasificación simplista, podemos decir que en el espectro socioeconómico de la mayoría de las naciones del mundo, nos encontramos con cinco propuestas básicas y las combinaciones que se puedan dar entre ellas: izquierda extrema, con dictaduras de corte marxista-leninista, como Corea del Norte y otros países que quisieran serlo, pero que no han podido como Cuba y Venezuela; izquierda teocrática, como Irán y otros países musulmanes; izquierda socialdemócrata como la mayoría de los europeos; derecha mercantilista, presente en casi todo el mundo occidental; democracia liberal, en casos excepcionales.
Estamos claros que tanto la izquierda marxista como la teocrática, lo único que quieren es obtener el poder para ya nunca soltarlo, aunque tengan que recurrir al engaño o a la fuerza. Corea del Norte ya tiene listo al nieto de su primer dictador, para continuar el régimen de Kim Jong-Il, mientras que los Castro ya tienen más de cincuenta años en el poder; Chávez y Ortega no piensan quedarse atrás y actualmente ya son dictadores virtuales.
La izquierda socialdemócrata, por su lado, es el producto del Revisionismo de Bernstein, quien realizó que el marxismo no era la solución para el sector laboral; realizó que el capital privado era un factor indispensable en el proceso productivo, y la cooperación social era más beneficiosa para los trabajadores que la “lucha de clases”; en la Europa del inicio del siglo XX se comprendió que no se puede repartir lo no producido, y así nació ese híbrido capitalismo-Estado benefactor que hoy conocemos como socialdemocracia, cuyos objetivos están más relacionados con la seguridad y la igualdad, que con el desarrollo económico, la eficiencia y la meritocracia.
Por su lado, la derecha mercantilista muy arraigada en América, tiene como fin el enriquecimiento de un grupo protegido por una legislación hecha a la medida, a cambio de pagos ilegítimos a los políticos cómplices de este esquema corrupto. Este nefasto sistema es el responsable de que en Latinoamérica encontramos los mayores contrastes de riqueza entre el cuartil más rico y el cuartil más pobre, por ejemplo, el mexicano Carlos Slim tiene un patrimonio muy superior al PIB anual de Guatemala. Este sistema también es conocido como “neoliberalismo”.
Por último tenemos a la democracia liberal, que desafortunadamente nunca se ha dado en su versión más pura, pero cuyos rasgos principales –Estado de Derecho a la cabeza– encontramos en las sociedades más avanzadas, según las entidades que se dedican a estudiar estos parámetros: Suiza, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Chile son algunos ejemplos. Los proponentes de la democracia liberal, conocidos como liberales clásicos, nos encontramos en la academia, en los think tanks y en asociaciones como la Mont Pelerin, pero no hemos tenido éxito en la política, ya que nuestra propuesta atenta contra los rent seekers que viven de las políticas públicas.
Por su lado, las masas electorales no son atraídas por la tesis liberal de igualdad ante la ley y meritocracia, pues prefieren dejarse seducir por el discurso populista que ofrece beneficios rápidos sin medir las consecuencias de mediano y largo plazo, por ejemplo, España, Portugal, Grecia y otros países con su macroeconomía destruida por el Estado benefactor.
En la mayoría de los países occidentales encontramos un híbrido que viola los principios del Estado de Derecho: socialdemocracia con mercantilismo, una fórmula en que ganan los políticos, los empresarios protegidos y los líderes sindicales, a costa del beneficio de la sociedad.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "El Periodico", el día jueves 17 de febrero 2011.
jueves, 17 de febrero de 2011
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