Marta Yolanda Díaz-Durán
“Le hablaron como si fuera un mendigo”, declaró un familiar. Se mató, cuentan, porque se sintió humillado.
El intentar alcanzar metas falseando la realidad es imposible. Si se parte de premisas falsas no se alcanza el objetivo buscado por más buenas intenciones que haya detrás del intento. Se termina eligiendo medios incorrectos para alcanzar los fines deseados y, generalmente, logrando lo opuesto a lo que se buscaba. Recuerden la máxima ancestral que dice: “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”.
Como ejemplo, comparto con ustedes las historias de dos personas que se convirtieron en los detonantes de dos revoluciones políticas en el mundo árabe del Oriente próximo. Historias que leí el pasado domingo 30 de enero en el Portal Digital de El País. La primera de ellas narra el fin de Mohamed Bouazizi, quien pasó gran parte de su vida trabajando en una calle mugrienta y estrecha de Sidi Bouzid en Túnez. Bouazizi vivía en una casa de tres habitaciones con un patio de concreto. A los 26 años, como vendedor de frutas en el mercado informal, logró ganar el suficiente dinero para, mal que bien, alimentar a su familia. Soñaba con comprar una camioneta para ampliar su negocio. Su sueño nunca se hizo realidad.
La mañana del 17 de diciembre de 2010, la inspectora municipal Faida Hamdy confiscó la fruta de Bouazizi. Cuando Bouazizi se defendió y trató de recuperar su propiedad, Hamdy lo abofeteo, y con el apoyo de dos compañeros, quienes también lo golpearon, se llevaron su mercadería y una de sus principales herramientas de trabajo: la balanza. Una historia muy similar a tantas que se dan todos los días en la ciudad de Guatemala.
Bouazizi caminó hasta el edificio del ayuntamiento, donde exigió su propiedad y, como respuesta a su solicitud, fue agredido de nuevo por los inspectores municipales. Bouazizi decidió ir a la oficina del gobernador, donde demandó una audiencia que le fue negada.
“Cerca del mediodía, en la calle de dos carriles, frente a la enorme reja del gobernador, el vendedor se empapó con solvente para pintura y se prendió fuego”, cuentan los testigos. Después de una agonía de varios días, Bouazizi murió el 4 de enero de este año. El 14 de enero, el presidente de Túnez, Zine el Abidine Ben Ali, abandonó el país.
Abdo Abdel Moneim Hamadah, era propietario de una tienda de sándwiches en Ismailia. El pan lo obtenía subsidiado por el Estado, hasta que este fue tan escaso que la burocracia gubernamental no pudo cumplir con lo prometido. Un funcionario acordó darle el pan, no porque tuviera derecho a éste, sino por caridad. “Le hablaron como si fuera un mendigo”, declaró un familiar. Se mató, cuentan, porque se sintió humillado.
Un hombre se inmola porque una empleada municipal le roba su propiedad. Un hombre se inmola por la falta de pan subsidiado que le había ofrecido el gobernante de turno. Tanto el sistema de incentivos perversos, el Estado benefactor/mercantilista, como los politiqueros oportunistas que lo administran, están quemados, como quemados terminaron sus vidas Mohamed Bouazizi y Abdo Abdel-Moneim Hamadah.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día lunes 07 de febrero 2011.
lunes, 7 de febrero de 2011
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