Estuardo Zapeta
En un tiempo inestable, es reconfortante saber que los hombres en tutús todavía pueden conseguir una risa...
Reír a más no poder. Entender que la seriedad del ballet puede ser quebrada en un nanosegundo con un gesto, con un movimiento off, con una mirada, o con el silencio más sonoro, o con la lenta caída de una pluma blanca.
Es el XI Festival Internacional de Cultura Paiz 2011, y junto con la grata sensación que causa una presentación como la de Les Ballets Trockaderos de Montecarlo, mis observaciones van más allá de una excelente tarde, un magnífico escenario –Ermita de la Santa Cruz en Antigua--, y una de las pocas posibilidades de disfrutar espectáculos de clase mundial a unos minutos de la ciudad.
Durante el primer intermedio tengo la oportunidad breve de hablar con uno de los artistas de Trockaderos, un español a quien expreso no sólo mi gratitud, sino mi admiración por un trabajo perfecto, además por hacernos reír y quitarle la seriedad al ballet sin dejar de ser en ningún momento fieles a la “técnica” del ballet clásico.
De hecho, la descripción utilizada para presentarlos en los portales de la Fundación Paiz explica que “un lago de los cisnes diferente; un repaso al exotismo español entendido a la manera rusa en ‘majísimas’; una visión poco ortodoxa de ‘paso a cuatro’. Verdaderos virtuosos del ballet clásico, los Trockaderos poseen una depurada técnica y conocen todos los secretos de la rígida escuela rusa... Por más de 35 años el Ballet Trockaderos de Montecarlo ha hecho reír a cada esquina del planeta con sus peculiares parodias y entretenidas comedias... En un tiempo inestable, es reconfortante saber que los hombres en tutús todavía pueden conseguir una risa y dejar boquiabierto a un teatro entero gracias a la técnica impecable y el limpio desempeño de su actuación en escena...”
¿Hombres en tutús? ¿En Guatemala? ¿En la conservadora Guatemala? Dios nos libre con Dios nos guarde. El fin del mundo está cerca . . . el “orden” se ha desconfigurado . . . muerte a los paganos.
Y esa es mi primera observación, que hago llegar a los organizadores con un enorme agradecimiento, o sea, ponerse frente a lo estático, lo rígido, lo conservador de Guatemala, y retar la mentalidad pétrea. Arte que no reta el establishment es sólo una resonancia de las “cosas como son.”
Mi segunda observación tiene que ver con el cambio mismo, el dinamismo aunque “lento”, y válgame la paradoja, que estamos viendo en Guatemala. La mundialización nos ha pegado para bien, y ahora ya podemos “ver cosas diferentes” sin espantarnos, sin condenar la diferencia, sin que el encuadre “mítico-religioso”, característico de estas sociedades shamanistas, se ensañe contra los herejes. Cierto, estamos y seguimos cambiando.
Mi observación final es acerca de muchos guatemaltecos, tal vez en silencio, que están todos los días cambiando la mentalidad subdesarrollada de estos trópicos mortales. A ellas y ellos, por su valentía, por su sueño de un mundo que no se asuste de las “diferencias”, sólo puedo decir gracias por iniciar el camino.
La Fundación Paiz es parte de esa vanguardia que nos despereza del cómodo y letal conservadurismo, y nos muestra que entre el negro y el blanco el mundo es hipercolorido... ah, y no es plano.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día martes 22 de febrero 2011.
martes, 22 de febrero de 2011
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