miércoles, 28 de marzo de 2012

La cooperación internacional


Carroll Ríos de Rodríguez

La transparencia se dificulta cuando los millones pasan por varios despachos y ONG. Los controles son superficiales o se evaden.

Causó revuelo el reportaje televisivo de los periodistas Silvia Gereda y Pedro Trujillo sobre el destino final que reciben algunas donaciones del Gobierno de Suecia. Trujillo y Gereda respaldan su trabajo detallando sus fuentes, entre ellas, informes oficiales del gobierno sueco. Vea el reportaje antes de formar su propio criterio: http://vimeo.com/37977312.

Más allá de este sonado choque, los ciudadanos, tanto de los países receptores como de los donantes (quienes pagan la fiesta), deberíamos fijar la vista en los temas de fondo. ¿Quién define el marco teórico que determina los proyectos financiados? ¿Estamos de acuerdo con esta visión de desarrollo? ¿Cómo y quiénes hacen la auditoría de la cooperación? ¿Se cosechan los resultados prometidos?

Y es que la cooperación internacional mundial supera el PIB anual de Guatemala por mucho y ha crecido, según el economista sueco Fredrick Erixon, fundador del Centro Europeo para la Economía Política Internacional (ECIPE, por sus siglas en inglés).

De 2008 a 2010, el crecimiento del gasto mundial fue de aproximadamente $78 mil millones, para un total de $125 mil millones al año. Guatemala recibe mucha ayuda, no sólo de Suecia, que canalizó al país $27.4 millones en 2010 (Open Aid).

Los préstamos o regalos no son neutros. Por ejemplo, la ONU impone visiones y prioridades cuando fija metas poblacionales, ambientales y más. Ciertos burócratas definen qué constituye desarrollo, democracia, derechos humanos, género, elecciones justas, participación ciudadana, salud reproductiva y protección ambiental. Pueden trazar posturas ideologizadas, divorciadas de la realidad y poco populares entre los tributarios-donantes y los supuestos beneficiarios. Es sano, por ende, analizar las teorías que cimientan la cooperación con ojo crítico.

Hoy por hoy, los cooperantes reconocen la importancia de la fiscalización y rendición de cuentas, pero la transparencia se dificulta cuando los millones pasan por varios despachos y ONG. Los controles son superficiales o se evaden.

No es raro escuchar de despilfarro, corrupción, violencia y desestabilización social asociados con el mal uso de estos fondos, y no sólo en Guatemala. Estudios emanados del Banco Mundial, entre otros, concluyen que “la tragedia de la ayuda es que los donantes son parte del problema de la corrupción”, escribe Erixon; se alimentan las prácticas ilícitas y se socava “la estructura de gobernanza en los países pobres…Los donantes han fracasado en honrar el principio del juramento Hipocrático: ¡no harás daño!”.

La sofisticada red de cooperación internacional lleva décadas de funcionar, y esperaríamos ver por lo menos un puñado de países graduados, con economías pujantes y dinámicas. Lamentablemente, la relación parece ser inversa: despegan aquellos países que no ha recibido tantas dádivas. La región más ayudada —África subsahariana— sigue siendo la más pobre del planeta. Erixon concluye que “la principal razón del bajo efecto de la ayuda han sido las políticas que obstaculizan el crecimiento económico en los países recipiendarios”.

Artículo publicado en el diario guatemalteco Siglo 21, el día miércoles 28 de marzo 2012.

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