viernes, 23 de marzo de 2012

El bautizo / Marcha campesina


Karen Cancinos

El bautizo universitario es violento y denigrante. La marcha campesina es búsqueda de prebendas.

El bautizo. Delincuentes encapuchados que vaya usted a saber cómo tienen acceso al Centro Universitario del Suroriente de la Universidad de San Carlos en Jalapa, quemaron con químicos a 70 estudiantes de primer año de Administración de Empresas el pasado 8 de marzo. Entre los agredidos había señoritas: igual fueron quemadas en los brazos en el Día Internacional de la Mujer, después de que les ataran las manos con lazos y les zamparan una capucha en la cabeza. No tuvieron suficiente los patanes: también les rociaron líquido en los genitales, según una nota de prensa. Quién sabe qué líquido, pero aunque hubiese sido agua pura, el irrespeto y las vejaciones son inaceptables. Sólo faltó que también las violaran y que luego adujeran que forzar a mujeres también forma parte del bautizo.

¿Qué tal eso como lección de criminalidad y gamberrada sexista? Muy mal deben estar las cosas en ese centro para que a semejantes salvajes se les llame “estudiantes”.

Mynor Carrera se llama el director: debería dar cuentas de lo que allí sucede, pues todos financiamos la universidad estatal, incluyendo el sueldo de ese señor, que hasta ahora se ha limitado a decir que “investiga el caso”. Que paguemos impuestos para sostener actividades violentas y denigrantes como ese tipo de bautizos, es sencillamente repugnante.

Me encantaría escuchar lo que tiene que decir al respecto la “valiente” (según una revista norteamericana) Fiscal General. También esperaría el pronunciamiento de los grupos feministas locales, que hasta ahora han hecho mutis en torno al caso.

Marcha campesina. Si hubiésemos estado vivos hace 100 años y hubiésemos sostenido que los actos de todos deben ser juzgados con base en leyes iguales, y no con base en etnia o pigmento cutáneo, o estrato económico, seguramente nos hubiesen tachado de chiflados. ¿Cómo se te ocurre que los indios son iguales a nosotros? Aparte los ladinos, aparte los naturales, espetaban las bisabuelas. Esa última frase, por cierto, fue tomada por un cineasta guatemalteco como eslogan de una película muy bonita, Donde acaban los caminos.

Si hubiésemos estado vivos hace 50 años y hubiésemos sostenido que los actos de todos deben ser juzgados con base en leyes iguales, y no con base en etnia, sexo o estrato económico, seguramente nos hubiesen alabado como progresistas. “Un pastor estadounidense, Martin Luther King, está abanderando un movimiento civil en favor de iguales derechos para todos. La segregación es una cosa horrenda que hay que eliminar de la convivencia societaria en cualquier país”, afirmaba la tónica de la opinión predominante.

Hoy, cuando sostenemos que los actos de todos deben ser juzgados con base en leyes iguales, y no con base en etnia, sexo o estrato económico, se nos señala de “racistas que criminalizan la protesta social” o “apologistas del sistema patriarcal-machista-capitalista-excluyente-depredador-de-la-madre-tierra”, y párale de contar. “¿Cómo se te ocurre que todos nuestros actos deben ser medidos por el mismo rasero?”, es la tónica actual. ¡Que viva la igualdad, siempre que unos seamos más iguales que otros! ¡Que viva la ley, siempre que se hagan leyes a la medida del interés sectario de cada grupúsculo de presión!.

Artículo publicado en el diario guatemalteco Siglo 21, el día viernes 23 de marzo 2012.

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