Ramón Parellada Parellada
Quienes opinamos públicamente presentando otra visión recibimos cada día más insultos y ataques personales.
De un tiempo para acá he sentido un pesimismo generalizado en nuestro país. Empresarios que hablan de cerrar sus empresas e irse a otros países, bloqueos de carreteras por grupúsculos de presión, incertidumbre y temor por tanta delincuencia común y la del narcotráfico que agobia la vida de los ciudadanos a cada instante. Estamos viviendo una época extremadamente difícil.
Parte de este pesimismo es causado principalmente por la creciente inseguridad y falta de justicia. Otro tanto se debe al temor de que Guatemala se convierta en otra Venezuela y se destruya el país haciendo más pobres a los pobres al provocar una estampida de los talentos y capitales guatemaltecos y destruir la propiedad privada.
La intolerancia también se acrecentó. Quienes opinamos públicamente y cuyas ideas difieren de lo políticamente correcto presentando otra visión recibimos cada día más insultos y ataques personales. Por ejemplo, si uno critica a la Cicig indicando que no era necesaria porque su función corresponde a la del Organismo Judicial, se dice entonces que uno quiere que siga la impunidad. Si me opongo a la recientemente aprobada Ley de Extinción de Dominio porque es una puerta a la expropiación de la propiedad privada, entonces dicen que uno es narcotraficante o que está lavando activos. Si defiendo las grandes y riesgosas inversiones extranjeras como las de la minería o hidroeléctricas, entonces dicen que uno está vendido y que es enemigo del medioambiente.
La agresividad de los comentarios que hay cuando un analista expresa su opinión sobre algún tema sensible es impresionante. Sin embargo, no son argumentos que combaten ideas con la razón, sino que son insultos y ataques personales, señalamientos infundados e inventados que en nada invalidan los argumentos que critican.
Me preocupa sobremanera que algunos columnistas amigos míos estén denunciados por cumplir con su misión, como es el caso de Marta Yolanda Díaz-Durán o Estuardo Zapeta y otros más. Aunque Ud. no lo crea, las infundadas demandas penales contra Marta Yolanda siguen en pie y a Estuardo lo acusaron recientemente, sin pruebas, de recibir dinero para desestabilizar a la Cicig. Con actitudes como estas se pretende callar a cerebros pensantes y cuestionadores, a gente brillante que busca la modernidad y el desarrollo económico de nuestra sociedad. Lo que hoy sufren estos amigos podría ser el inicio de una campaña contra la prensa en general con tal de apagar esas voces de esperanza y críticas que tanta falta hacen en una sociedad democrática y moderna.
Existe, a mi juicio, un trabajo sistemático de la izquierda radical para hacer bulla en contra de cualquier cosa que suene a capitalismo, a inversiones extranjeras, a minería e hidroeléctricas, a derechos individuales, a propiedad privada y libertad. Pareciera que la izquierda radical está aprovechando cualquier coyuntura para destruir el prestigio de personas aprovechándose de críticas sin fundamento y denuncias sin pruebas.
Tenía rato de querer transmitir este sentimiento de frustración ante los insultos y acusaciones sin fundamento. Seguiré escribiendo y haciendo comentarios, porque deseo sinceramente que este país sea próspero. Al final, soy positivo en el largo plazo y en todo lo que hago, pues cada día veo más jóvenes con liderazgo que se entusiasman por la defensa de las ideas de la libertad y se apasionan en su defensa.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día jueves 16 de diciembre 2010.
jueves, 16 de diciembre de 2010
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