La revelación en la web de una enorme cantidad de documentos confidenciales, presumiblemente elaborados por la diplomacia norteamericana, ha dejado sin respiración a muchos, sorprendido a otros tantos y descubierto cómo son las cosas en la política. Los aprovechados de siempre, léase Chávez, Correa y el resto de jugadores sucios de póker latino, se han rasgado cual fariseos las vestiduras, sin darse cuenta de que lo ocurrido en el hermano país del norte sería imposible en los suyos “tan democráticos”.
PEDRO TRUJILLO
Los gringos, al menos, tienen un sistema que permite, aunque sea muy de vez en cuando, que estas cosas sucedan y, sin verlas naturalmente, no actúan tampoco, tan hipócritamente.
Quienes creían —o aparentaban— que el mundo se sustentaba sobre una alfombra de pacifismo e idealismo, sea por ingenuos o por ignorantes, acaban, cual niños de kínder, de descubrir que los regalos de Navidad no los trae quien siempre pensaron, sino míster Bush, el señor Obama o, en otros lugares, sus homólogos. Aterricemos: la política siempre fue realista pero cerramos los ojos ante semejante evidencia.
Me gustaría que algún cubano tuviera el valor y la oportunidad —sobre todo esto último— de revelar las masacres de Castro, los casos de asesinato en Angola o en otros lugares donde los servicios secretos o militares actuaron, o las malas mañas del otrora golpista venezolano, cómo financia regímenes de pacotilla o pretende remover gobiernos para hacerlos “más democráticos”; el delincuente Ortega, violador familiar y ahora manipulador del proceso electoral que se les avecina o de aquellas municipales fraudulentas que ya son historia. Saber cuántos asesinatos hubo en la Unión Soviética durante la Guerra Fría o la Revolución precedente, o qué piensa el dictador coreano. Todo eso, y mucho más, no se sabrá nunca porque ni siquiera existe, como sí ocurre en los Estados Unidos, la posibilidad de que alguien puede filtrar a la Prensa todas esas suciedades propias de políticos que les importa un bledo el bien común, ¡como a todos!, y solamente velan por sus particulares intereses. Me sorprende, eso sí, que todavía los gringos duden de la salud mental de una presidenta, algo que cualquier estudiante de siquiatría de primer año habría resuelto rápidamente, o del narcisismo del presidente francés, propio del chauvinismo galo. Varios debieron, al parecer, hacer los informes filtrados, porque la clavan perfectamente con el presidente italiano: juerguista, mujeriego y otros calificativos similares o aquella apreciación sobre el presidente Zapatero —el español— en la que detectan que es un problema para los USA, sin darse cuenta de que también lo es, y mucho más grave, para los españoles. Falta un poco más de concreción, trabajo y análisis en el Pentágono, en el departamento de Exterior y hasta en la Casa Blanca. Esos gringos siguen pecando de ingenuos, sin darse cuenta de que todos los que supuestamente analizaron, espiaron o estudiaron, son mucho peor de lo que ellos dejaron por escrito. Es la lacra política que maneja los países sin escrúpulos.
Por tanto, meditemos hasta dónde llevar este escándalo. Preferiría, a pesar de todo, vivir en un país en el que eso ocurre que en otro en el que es impensable que se sepa siquiera dónde llegan los fondos públicos, a quién pertenecen las facturas del famoso Viagra, quién manda por encima del presidente o cuáles son los pactos que hacen diputados a la sombra del presupuesto. ¡No seamos hipócritas!, somos mucho peores que ellos que, al menos, tienen las agallas de publicarlo, unos, y enfrentarlo, otros.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 07 de diciembre 2010.
martes, 7 de diciembre de 2010
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