viernes, 24 de septiembre de 2010

Dos buenas noticias


Una: la political correctness quedó en ridículo. Dos: vapulearon a las FARC.

Karen Cancinos

Una. A pesar del gran despliegue de hostilidad previo a la visita de Benedicto XVI a Inglaterra, 80 mil personas se congregaron en Hyde Park para escuchar la Misa que el Pontífice ofició allí. El Papa no es ningún divo: no estoy insinuando que el querido y recordado Juan Pablo II lo era, pero sí es verdad que tenía un carisma que ya hubiesen querido faranduleros y politiqueros. No es el caso de nuestro Benedicto, pero su humildad y sí, su simpatía, se impusieron a los ánimos deliberadamente encendidos en su contra en la isla antes de su llegada.

Si algo ha caracterizado al Papa actual es su leitmotiv, que unos compendian en su continua denuncia de la dictadura del relativismo y otros, en su interés por los vínculos entre fe y razón. Me encantó que se refiriera en el Parlamento a Tomás Moro, santo patrón de los politólogos. Cuando me gradué, mi madre me regaló una biografía. Fue mi primer contacto con el Moro estadista y creyente, pues hasta entonces su nombre solo me decía “Utopía”, libro que encontré más bien soso cuando lo leí por primera vez, muy jovencita y atolondrada. Pero la sosa era yo: bien dicen que no hay cosas poco interesantes, sino gente incapaz de interesarse. Sin embargo, maestros excelentes me despertaron de mi marasmo adolescente, y hoy estoy en condiciones de acudir a mi buen amigo Moro cuando necesito fuerza para vivir con coherencia.

También acudo a Benedicto XVI: si algo le interesa al Papa es reflexionar sobre el rol de la fe en una sociedad civilizada. Le atribuye un papel corrector en cuanto a las pretensiones racionalistas (de las cuales los totalitarismos del siglo XX constituyen sus peores y más representativos exponentes), pero afirma contundente que la razón asimismo tiene un “papel vertebrador” en las sociedades.

La buena noticia, entonces, no es el palmo de narices que se dieron los activistas anti Papa, sino el hecho de que el relativismo y su expresión política, la political correctness, quedaron una vez más en ridículo.

Dos. El recién estrenado Presidente de Colombia, quien se encuentra en Nueva York, fue notificado de la muerte de uno de los más emblemáticos narcoterroristas, miembro de la cúpula de las FARC, el “Mono Jojoy”. Al parecer fue bombardeado por la fuerza aérea colombiana en una zona llamada La Macarena, junto a otros 20 sicarios.

Chávez no ha dicho ni pío, pues el muy taimado está fingiendo demencia. No le conviene hacer aspavientos: el domingo se celebrarán elecciones parlamentarias en Venezuela, que perderá (si los opositores salen a votar y si el tribunal electoral venezolano admite esos votos).

Pierda o “gane”, de todos modos, veremos cómo sus inclinaciones bufonescas lo podrán, como siempre lo han podido (si hay algo que ese individuo no sabe es decirse “no” a sí mismo). Que empiece a graznar que el mandatario Santos es un “asesino” y otras lindezas, es solo cuestión de tiempo. Por ahora finge desfallecer de simpatía por él, pero un orate no deja de serlo porque salga en unas fotos abrazado a una persona o a un tronco de árbol, cosa que le vendría bien a Chávez, por cierto, aunque hay que decir que ni de lejos resultaría tan simpático como un bonobo.

Para pesar de Chávez, la buena noticia es el golpe que la desaparición del “Mono Jojoy” supone para una organización sanguinaria y anacrónica.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXII", el día viernes 24 de septiembre 2010.

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